15 de noviembre de 2013

PURISIMA CONCEPCION

La historia del Milagro de Mazarrón. 

En el municipio de Mazarrón hay una fecha de inflexión en el desarrollo histórico 
del culto a la Purísima Concepción, y es el domingo 17 de noviembre de 1585, 
la fecha del Milagro.


LA HISTORIA DEL MILAGRO

En la noche del 16 al 17 de noviembre de 1585, inexplicablemente sin que nadie se enterase a pesar de las guardias de los vigías y centinelas, los piratas llegaron hasta las mismas puertas de la Villa de Mazarrón y, de la misma manera, huyeron despavoridos.

La madrugada y mañana de ese día fue todo un ir y venir, admirándose y buscando una explicación que no se encontraba.

Según se no cuenta en las nueve Declaraciones que bajo juramento hicieron varios vecinos del pueblo, al amanecer del referido día vino un vigía de las Cueva de los Lobos dando la alarma porque había oído ruidos extraños. Se tocó a arrebato la campana del Castillo de los Vélez y la gente fue a pie y a caballo hasta el mar donde vieron siete galeotas que se dirigían hacia Cabo Cope.

 A la vuelta siguieron el rastro de las huellas de los piratas que, de junto al Bol de Piedra Mala, se dirigía por la falda de la sierra pasando por el cabo de la Leonera hasta la Cueva del Plomo, llegando al caserío de Las Moreras y desde allí se dirigían al Bol de Susaña y a las tierras de Andrés Sepúlveda y desde ese lugar a la cañada de Antonia Ruiz hasta llegar a la Cruz de los Caminos en el arrabal del pueblo, volviéndose de nuevo por el Camino Real al pozo del Ladrillar y desde allí de nuevo por la Rambla hasta las Pedreras Viejas y otra vez a Piedra Mala, dejando en su huída aparente municiones y otras pertenencias, entre ellas la Bandera llamada "de los Moros", que ha estado colgada en la cornisa de la iglesia de la Purísima hasta los años ochenta del siglo pasado y hoy restaurada para conservarla como corresponde a un testimonio histórico.

Bandera " de los moros"
Vueltos al pueblo, admirados y asombrados de que aquellos piratas en número de quinientos hubieran llegado hasta cincuenta metros de la villa sin ser notados por nadie y que se fueran huyendo inexplicablemente sin que tampoco nadie los notara, entraron en la iglesia para oír la Sana Misa, volviéndose luego a sus casas para comer.

El mediodía es la hora crucial en que se despejarán las inquietudes e interrogantes que no habían conseguido antes: Al amanecer el sacristán y encargado del Hospital, Gaspar Martínez, visitó la iglesia de la Purísima y ha visto apagada, como era natural, la lámpara de aceite que hay en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, y en la cual había echado en la noche anterior una cuarta de aceite cerrando entonces la verja de la capilla con llave, y se fue a sus asuntos.

Al mediodía, cuando la gente salía de misa, la hija de la sacristana ha visto encendida la lámpara de la capilla de la Virgen y se lo ha dicho a su madre. Esta mujer, llamada Patricia Lara, asombrada de que eso ocurriera, pues era materialmente imposible, ella y otros vecinos que estaban en el hospital contiguo oyeron un gran golpe en la iglesia y ante tal señal entraron y vieron la referida lámpara encendida y goteando aceite sobre el plato donde en poco tiempo hubo más de dos libras. LLamó a su marido y ante tal prodigio tocó insistentemente la campana de la iglesia de tal modo que el pueblo se inquietó y acudió a ver qué pasaba. Llegó el Mayordomo de la Cofradía y Hospital, Ginés Pérez Monzón, vino también Clemente García, sacristán de la iglesia de San Antonio, junto con el escribano Jorge Escobar.

Cuando llegó el cura de San Antonio, D. Ginés Cifuentes, el Mayordomo abrió con la llave la puerta de la capilla y pudieron contemplar los cuatro de cerca cómo la lámpara goteaba desbordándose el aceite sobre el plato. Dirigiendo el sacristán la mirada a la imagen de la Virgen vio cómo ésta tenía sobre la frente unas pequeñas gotas de agua y otras más grandes que se formaron en la mejilla derecha y en el lagrimal y caían sobre su pecho. El cura se arrodilló admirado y lleno de fervor empezó a dar voces alabando a Dios y a su Bendita Madre y se dirigió al pueblo diciendo: "¿No veis cómo suda la imagen de Nuestra Señora?". En estas llegó también D. Bartolomé de la Parra, cura de San Andrés y, pidiendo unos corporales, secó varias veces el rostro de la imagen que no paraba de sudar. Todo fue un remolino de emoción, fervor y clamor. La multitud se abalanzó sobre la verja para coger con paños y vasos de aceite y untarse con él los ojos y la cara y pidiendo ser lavados sus caras con el agua que manaba del rostro de la santa imagen reconociendo y proclamando que esos prodigios, que duraron más de hora y media, eran la señal inequívoca de que Dios había librado al pueblo de la invasión de los piratas moros por la intercesión segura de la Virgen María en el misterio de su Inmaculada Concepción.

Esto es resumida y sucintamente lo que pasó aquel día memorable en la amada iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, hoy conocida como iglesia del Convento e iglesia de la Purísima, y que fue proclamado festivo para la posteridad en la Villa de Mazarrón. Este es el motivo por que el que su Municipio tiene elegida como Patrona a la Santísima Virgen Inmaculada desde el primer instante de su ser natural y la razón de que cambiase el día de su fiesta patronal que, hasta esa fecha, era celebrado anualmente el ocho de septiembre, festividad del Nacimiento de María Santísima.

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